Para continuar viajando.
Que las responsabilidades que dejo cuando escribo en este rincón se esfumen con los kilómetros recorridos. Y luego seguir recorriendo.
Pasar media noche en París y después enamorarme en los Puentes de Praga, para llenar el depósito de cerveza alemana y poder pasar la resaca bajo la Aurora Boreal. Comprar toallas en Portugal para secarme al llegar al descanso de las rancheras y luego mojarme de nuevo saltando en las infinitas caídas del Iguazú. Para perder el sentido en las Vegas y la ropa en La Habana. Y seguir bebiéndome los ojos rasgados de cada rincón asiático para terminar comiendo de algún que otro cuerpo tostado de nacimiento.
Hoy solamente querría viajar, y experimentar lo desconocido del África negra. Para subir a Rabat y descansar en un mágico té efervescente.
Estoy con Kerouac: me interesa la gente que arde. Y hoy quiero arder por cada uno de los rincones para que en el humo de mi explosión, me encuentren los que quieren impregnarse de un poco de fuego. Y arderemos.
Este es mi yo eufórico. El yo que consigue sentir la pizca de sal, indistinguible, mínima, que alguien puso en la vida.
M.B.
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